Leyendo Crepúsculo, de Stephenie Meyer, entré en la mente de Bella, una adolescente totalmente enamorada que está dispuesta incluso a morir con tal de estar con su amor: Edward Cullen. Una página tras otra me dejaba sin aliento si estarían juntos o no, es la belleza del primer amor. Es igual que Romeo y Julieta, dos jóvenes enamorados que no podían estar juntos pero debían estar juntos. Salvo que en ese caso depende de dos familias rivales, y en este caso de dos especies diferentes. Si Edward se acercase demasiado a Bella, e inhalase profundamente su olor, o si la pasión se apoderase de él, las ganas de sangre se apoderarían de él y la mataría.
Me encanta el sentimiento del libro, me encata ella y su entorno, con pálidos vampiros que viven en Olympic Rayn Forest. Había visto vampiros entre la oscuridad en las calles de Londres, pero nunca en el verde musgo y helechos y saliendo de entre la niebla. El libro me capturó: quería dirigir la película. El mayor desafío era hacer una película de una novela tan larga, con tanto amor, lleno de monólogos interiores y en escenas en las que hablan dos personajes. He trabajado junto con la guionista Melissa Rosenberg para encontrar una forma de hacer las escenas más dinámicas y, si es posible, más intensas. Visité el lugar descrito por Stephen (Estado de Washington, Port Angeles, La Push Beach y el pequeño pueblo de Forks). Algunos lugareños me ayudaron a dar una vuelta por los increíbles bosques de esos lugares, me enseñaron el instituto y el restaurante de la zona. Luego envié las fotos por email a Melissa para poder añadir algo de "sabor del lugar" al guión. Las escenas de acción en el libro están totalmente implícitas en la película, como por ejemplo la escena de los combates entre dos vampiros con todo detalle.
En la película hemos intentado dar vida a las palabras de Stephen, por lo que podríamos sentirnos como una Bella.
viernes, 7 de noviembre de 2008
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